20 Síntomas para visitar al psicólogo.

Cuándo ir al psicólogo.

     Afortunadamente, la Psicología se ha popularizado y la figura del psicólogo ya no se relaciona únicamente con la enfermedad mental y la locura, sino que la Psicología puede ayudar en las dificultades, problemas y contratiempos cotidianos, personales, familiares, sentimentales y profesionales antes de que se hagan mayores. 


     A pesar de que en la actualidad hay una percepción más cercana de la Psicología, podemos no tener claro cuándo recurrir a un profesional.
     Muchas veces nos sentimos agobiados o bloqueados en un estado emocional, un problema o una situación y prolongamos el malestar o sufrimiento por creer que podremos superarlo solos, que es cuestión de tiempo o por temor a ser juzgados, por timidez o vergüenza, o porque no sabemos a quien recurrir.
     Cada persona es distinta y también la manera de afrontar la vida, así lo que para alguien es un problemón otra puede verlo como un contratiempo. De ahí que a veces las experiencias de los demás no nos sirvan como ejemplo para afrontar la situación.

Se trata de Vivir tu vida, no de Sobrevivir

     El psicólogo no resolverá tus problemas sino que te ayudará a hacerlo o sobrellevarlo. Es un profesional altamente cualificado en temas mentales, psicológicos y emocionales, que te asesora, orienta y acompaña para que superes por ti mismo la situación o estado que estás viviendo.



20 Síntomas para visitar al psicólogo

1. Momentos duros o difíciles.

     Cuando se atraviesa un momento complejo o difícil que nos desborda y no sabemos cómo afrontarlo, o nos sentimos sin energía para hacerlo: duelo, traición, desengaño, pérdida de trabajo, enfermedad, trauma, separación, cambios importantes, etc.

2. Toma de decisiones

     A veces la vida nos obliga a elegir entre opciones igualmente interesantes para nuestro futuro, y la opinión de amigos y familiares no coinciden (es frecuente) y no sabemos cual elegir. Cuando dudamos sobre el compromiso de pareja, tener hijos, elegir una profesión, puesto de trabajo... ¿Y ahora con cuál me quedo? ¿Qué opción me conviene más?... ¡Será por dudas!

3. Dificultades profesionales

     Clima laboral agobiante, acoso o malos modos por parte del jefe, compañeros o subordinados; temor por el futuro profesional, bajo rendimiento y despistes (sí, hablamos del mobbing y del síndrome de estar quemado).
     Con la crisis económica se han recortado algunos derechos y ha aumentado la precariedad y la consiguiente tensión en el entorno laboral. El temor a perder el trabajo y a no encontrar otro, el desempleo, nos zambullen en una espiral de ansiedad que acaba afectando a tu rendimiento.

4. Sensibilidad a flor de piel

     Estás muy sensible y cualquier cosa que la mayoría de la gente se la tomaría a la ligera o con menos importancia, a ti te afecta mucho. No sabes qué hacer para que las cosas y las situaciones o estados propios o de los demás te afecten menos. En definitiva, no quieres seguir ahogándote en un vaso de agua por naderías.

5. Vivir en calle Apatía

     Y quieres mudarte, pues te sientes apagado, desanimado, sin ilusiones ni ganas de nada; casi has olvidado lo que es disfrutar. O cuando sientes como un vacío interior, existencial a pesar de tener tu vida resuelta y no tener grandes preocupaciones.

6. Tristeza y sufrimiento (calle Melancolía)

     Estar triste, deprimido o desesperado con frecuentes ganas de llorar, a veces sin motivo que aparente o que lo justifique. No se entiende por qué uno se siente así y no se puede evitar la angustia y el llanto; los pensamientos negativos ganan la batalla.
     El desahogo, la queja y el llanto son falsos alivios si no van seguidos de un cambio de actitud. ¿Te dicen eso de eres un alma en pena... un triste?

7. Descontrol emocional

     A pesar de tus intentos... te pueden los nervios y acabas subiendo la voz, gritando tu rabia o angustia, insultando o llorando desesperadamente, pierdes los modales y el respeto, frecuentes cambios de humor. ¿Los demás se quejan de tu mal carácter o de tus cambios repentinos?

8. Injusticias y mala suerte

     El mundo es injusto y cruel ¿te suena? Te sientes rodeado de injusticia y la mala suerte no te abandona. Piensas que la Ley de Murphy está dedicada a ti, pues el mal fario va contigo. Cómo no sentir impotencia ante dicho panorama. ¿Y tu vida? ¿Qué puedes hacer?

9. Soledad e incomprensión

Sentirse solo, más raro que un perro verde, incomprendido en un mundo cada vez má amenazador. Es curiosa la paradoja, que en entornos superpoblados  aumenta la soledad no elegida. Gracias a las redes sociales las amistades virtuales no faltan, pero ¿y los amigos físicos o presenciales?...

10. Obsesiones y manías

     Pensamientos negativos, recurrentes, intrusivos o que no quieres tener y cuando crees que los tienes controlados... ¡zas! otra vez con las obsesiones, temores y miedos. Te da por un tema y te obsesionas, de manera pesada y cansina.
     Tus amigos y familiares te dicen mucho eso de qué pesado con el mismo tema... qué maniático eres... siempre estás con los mismo.. ya estás viendo fantasmas. Aunque exageren, igual llevan algo de razón.

11. Dramatismo y catastrofismo

     Tiendes a dramatizar, a tomarte las cosas a la tremenda; vamos que exageras negativamente y rematas con finales apocalípticos, a veces hasta sin darte cuenta, pues no te sobran argumentos para justificar tu catastrofismo.
     Incluso es probable que sean los demás (los amigos del punto anterior) quienes te dicen mira que te gustan los dramas... ni que fuera una tragedia... no es el fin del mundo. Tú igual ni lo ves así.

12. Timidez e indefensión

     Te sientes ninguneado, el último de la fila, y aunque te propones ser menos tímido y no callarte la próxima vez, recaes y te aguantas las ganas de cantar las cuarenta a quien te ha ofendido o menos preciado. Sientes impotencia e indefensión y desearías ser más asertivo y decir lo que piensas.

13. Baja autoestima

     Tienes complejos, manías o fobias (todos tenemos un poco) que afectan a tu cotidianidad, a tus relaciones o a cualquier faceta de tu vida; sueles ver a los demás más capaces y mejores que tú (a todos todos no). En definitiva, falta de confianza en ti mismo y tus capacidades, pobre autoconcepto e imagen, y la autoestima cayendo en picado.

14. Ansiedad y estrés

     El estrés es un recurso adaptativo muy útil en momentos puntuales y es positivo siempre que respetemos las fases de descanso. Cuando no es así, se convierte en distrés (el estrés malo, para entendernos), y junto con la ansiedad nos mantienen en estado de alerta, sin poder relajarnos y afectando incluso a nuestra salud: peores digestiones, mal sueño, dolores articulares, de cabeza y demás somatizaciones.
     Si te preocupas mucho por algo... eres íntimo amigo de la ansiedad.

15. Hipocondría

     Preocupación excesiva por la salud y el temor a padecer una grave enfermedad te han convertido -además de en íntimo amigo del médico y del farmacéutico, en un experto en centros de salud y hospitales- en un maniático de las pruebas médicas y de la higiene, pudiendo desarrollar manías y fobias. Y del temor a la muerte... ni hablamos.

16. Hiperactividad

     Estás todo el día ocupado, incapaz de echar una siesta, tumbarte sin hacer nada, disfrutar de la música o de un atardecer sin que te asalten remordimientos y sentir que estás perdiendo el tiempo (y otra vez la ansiedad). ¿Desde cuándo no te mimas?

17. Responsabilidad y culpabilidad

     Tiendes a asumir demasiadas responsabilidades, a veces hasta ajenas, y el remordimiento te acosa cuando no puedes cumplir con todas las obligaciones contraídas, incluso con culpabilidad por no poder hacerlo. Acabas rizando el rizo: estresado y culpable

18. Relaciones personales

     Problemas o dificultades en las relaciones con los otros, familia, amigos, compañeros de trabajo y pareja. Te quejas de tener pocos amigos, o tantos que no profundizas en ninguno, te cuesta hacer y mantener amistades. puede que las relaciones familiares no sean como te gustarían, o los compañeros de trabajo o de estudios.

19. Amor y sexualidad

     Amores y desamores, dificultad para enamorarse o desapegarte y olvidar, celos y obsesiones, infidelidad o problemas sexuales. Quieres tener pareja y no das con la persona adecuada o crees que nadie quiere ligar contigo o al contrario, ligas mucho y no te da tiempo a profundizar y formar pareja -más de 10 citas con la misma persona para lograrlo-.
     La comunicación en la pareja es casi inexistente, apática o conflictiva, las muestras de cariño escasean a medida que aumentan los reproches y la distancia. o puede que tengas una buena relación y que seais más compañeros y colegas que amigos, echando en falta esa chispa del principio.
     O la sexualidad ya no es lo que era, se ha perdido la pasión y hasta el deseo. las preocupaciones y la ansiedad influyen en la sexualidad y las dificultades sexuales (como inapetencia, impotencia, eyaculación precoz, frigidez, etc.) generan ansiedad y angustia, cerrando el círculo; cuando la disminución del gozo y del placer afectan a la pareja. ¡La pasión y el deseo son recuperables!

20. Hábitos y costumbres

Cuando tienes algún hábito, costumbre que quieres cambiar y no puedes, recaes cada vez que lo intentas. ¿Cuántas veces te has propuesto cambiar algo? (sin contar los deseos de año nuevo, jeje)

En definitiva:

¿Necesito ayuda, orientación o consejo?...

¿Qué me ofrece el psicólogo? 

Un tiempo y espacio exclusivo para ti

     Cada sesión es un tiempo que dedicas a ti mismo, tú eres el protagonista; tiempo para hablar de ti, de tus emociones, de tus problemas. La consulta -física o virtual- es un espacio seguro y confidencial donde escucharte y ser escuchado, siendo aceptado plenamente como persona.

Escucha atenta y comprensiva

   El psicólogo conoce el alma humana y te acepta como persona, sin juzgarte. Por su formación está más allá de etiquetas, estereotipos, juicios y reproches. Te escuchará atentamente para ayudarte a que te conozcas mejor, te comprendas, a ti y a los demás.

Confidencialidad

     El hecho de poder hablar sin tapujos y sin temor a un juicio ya de por sí es un gran alivio, recuerda que el psicólogo está sujeto al secreto profesional y no puede divulgar ninguna información sobre ti.

     En este artículo he intentado reflejar algunas situaciones y estados cotidianos en los que sería conveniente consultar a un profesional, para uno mismo o para un conocido al que hemos identificado en algunos síntomas de esta lista.


Me interesa tu opinión.

¿Añadirías o quitarías algún síntoma?
¿Crees que el psicólogo puede ayudar en temas cotidianos?

Si te ha parecido interesante, te agradecería que compartieras este artículo. 



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