Las relaciones con los suegros

 Los suegros... ¿una pesadilla?

     ¿Las malas relaciones con los suegros son una leyenda negra? En general sí. Según el CIS, el 35% de españoles tienen buenas relaciones con sus suegros, por tanto, no todas las relaciones son conflictivas, aunque estas sean de las que más se habla. 


      Las relaciones con los suegros, sobre todo con las suegras, son un factor importante y pueden llegar a ser motivo de discusiones en la pareja y, si no se gestionan adecuadamente, conducir a la separación y el divorcio. 

     Así como hay varios tipos de pareja también existen tipología de suegros: los que se inmiscuyen demasiado hasta los que se distancian y los que se mantienen cercanos respetuosamente sin agobiar a la nueva familia.

Todos los padres en algún momento de su historia se convierten en suegros.

      No nacieron suegros, sino que es una evolución del rol de padres. Históricamente, la mujer ha sido la responsable del hogar y de la educación de sus hijos, por eso en época pasadas ejercía más poder como suegra. 

     Afortunadamente, con el acceso de la mujer al mercado laboral, cada vez son menos las que se dedican en exclusividad al hogar, sino que comparten su tiempo y responsabilidad con su pareja, y el papel de la suegra es menos intrusivo que antes... no todas.

     Las injerencias de las suegras son más frecuentes y suelen ser casi 1/3 de las consultas al psicólogo y más de la mitad en las terapias de pareja. 

     Muchas madres superprotectoras intentan seguir dirigiendo la vida de sus hijos o imponer su estilo en la nueva familia. Pueden suponer un agotamiento para la pareja de su hijo o hija, por una competitividad carente de sentido debida al miedo a perder el cariño de sus hijos; además, ansiedad en el hijo al estar entre dos personas que ama. Algunos tipos de suegras merecen un artículo propio.

      

     Ante suegros que son superprotectores, controladores o dependientes, la nueva pareja conviene que se muestre cercana en sentimientos y unida al poner ciertos límites, apoyándose mutuamente. 

     La nueva familia necesita su independencia para desarrollarse, hay que marcar distancias físicas, que no emocionales. Por ejemplo, sustituir algunas visitas para enviarles videos y fotos de sus nietos como prueba de que os acordáis de ellos y que no siempre se tiene el cuerpo para visitas; reducir el número de llamadas cuando estas son excesivas. 

     El mensaje que hay que transmitir es que ellos siguen siendo importantes y que vosotros necesitáis vuestra privacidad para fortalecer la familia que habéis formado

Recomendaciones generales: 

  • Aceptar a tus suegros como son. 

     Aceptar no implica estar de acuerdo ni darle la razón. Aceptar tampoco es sinónimo de tolerar y aguantar. Nadie está en posesión de la verdad única porque, sencillamente, ésta no existe; sólo existe la creencia de que llevamos la razón o nuestra verdad es la única. 

     Los seres humanos y la realidad son tan complejos que no existe la verdad ni la razón, sino las verdades y las razones y estas son múltiples, y a veces hasta opuestas. A su familia no puedes cambiarla ni debes gastar energía en el intento. Son como son. 

     Sí se pueden cambiar determinados comportamientos cuando aprendemos que no nos benefician ni a unos ni a otros, pero el cambio tiene que partir de uno mismo, nunca de una imposición que al final no es aceptada.


  • Intenta no juzgar. 

    Este principio sería válido en todos los ámbitos de nuestras relaciones, pues frecuentemente llevamos un juez en el interior que parece no tomarse nunca unas vacaciones. Además nos hace gastar mucha energía afectando a nuestros nervios y. por supuesto, a nuestro estado de ánimo. 

   Lo peor de este juez es que también se vuelve contra nosotros, así que mejor no hacerle ni caso. ¿Cómo? Neutralizándolo con la aceptación. 

  • No los compares con tus padres. 

     Cada ser humano es diferente, al igual que las familias y lo más probable es que los padres de tu pareja y los tuyos sean bastante diferentes, sobre todo cuando nos fijamos en las diferencias negativas, en lo que nos molesta. Incluso familias del mismo municipio son diferentes. 

    Cada casa de puertas adentro es  un mundo y no hay dos mundos idénticos por más que hayan tenido la misma educación. Tendrán más o menos similitudes, nada más.


  • Nadie es perfecto. 

     Tampoco uno mismo. Tu suegra es a la vez madre. Obsérvate y asegúrate que no te comportas como tu suegra. A veces nos quejamos de lo quisquillosa que es, sin darnos cuenta de que saltamos a la mínima. ¿Es muy importante para ti ser aceptada por su familia? Y viceversa, también puede ocurrirle a tu suegra. ¿Hasta qué punto?

    ¿Competís? La competencia es una ilusión, pues tenéis roles diferentes, es como la competencia entre una manzana y una pera ¿tiene sentido? Tú eres la pareja, no tu suegra (que lo será o habrá sido de la suya). ¿Acaso le has dado más poder en el pasado por esa necesidad que tenemos de ser aceptados?

     Podemos reflexionar sobre nuestro papel para cambiar aquello que consideramos unas injerencias, o críticas exageradas hacia tu persona. ¿Y de las tuyas hacia ella? 

  • Sé afectivo y distante ante las diferencias.

     Lo cortés no quita lo valiente, se dice. Si hay más choques,  intenta poner distancia física como vivir más lejos o no quedarte a solas con el miembro con quien chocas más. 

   Desde el respeto y con afectividad, intenta no estar en medio ni pedir a tu pareja que te apoye, porque no entenderá bien tus quejas, pues como hijo tiene otra visión de sus padres, e incluso tendrá el hábito de pasar o de darle la razón y luego a otra cosa. 

     Lo que sí debes pedir a tu pareja es la lealtad que os debéis como pareja, pero nunca te pongas en medio o acabarás recibiendo balazos por todos sitios y encima no lo verán así. 

     Los padres y resto de la familia de tu pareja no tienen que caerte bien, ni tú a ellos; lo que sí tenéis que hacer es respetaros, siempre. Ante las dificultades, respeto y distancia para establecer unos límites adecuados. 

    Recuerda, tu familia es la que has formado con tu pareja, no ellos ni la tuya biográfica. Y en vuestro núcleo familiar tu pareja y tú decidís vuestra convivencia y sus normas, no los demás.

  • Los nietos.

     Muchos problemas surgen por la atención de los pequeños. Hay quienes buscan dominar e imponer su estilo de crianza y hay quienes se implican poco. En este último caso, si quieres que se impliquen más, conviene dejarles bien claro que os vendría muy bien que os ayudaran con vuestro hijo, dado que estáis trabajando y os falta tiempo. 

     Ten en cuenta que tu hijo lleva su sangre y que como padres de tu pareja le aman, a su estilo pero así es; siguen queriendo lo mejor para su hijo/hija, a su manera. 

    Quieren seguir siendo familia, es importante para ellos. Puede que os perciban como autosuficientes que no los necesitáis, sobre todo si hay otro hijo que aparentemente los necesite más.  


  • Distancia generacional. 

     Esta distancia generacional se hace evidente en los diferentes modos de cuidar y educar; en definitiva, en sus costumbres. 

     A diferencia de sus hijos, cuando los suegros se convierten en abuelos suelen disponer de más tiempo libre y están más pendientes de ver cómo pueden ayudar a su hijo o hija en su nueva familia. 

     Para muchos, cuando vienen los nietos es como una oportunidad que les da la vida para rejuvenecer. Están deseosos por estar al día de lo que hacen y aprovechan hasta el último minuto libre para compartir con ellos, normalmente de visita e incluso de convivencia. 

      Es decir, que además del valor sentimental, les sirve de distracción.  


  • Síndrome del nido vacío.

     Recuerda siempre que tu familia política quiere a tu pareja, lo han criado a su manera y siempre lo considerarán como hijo o hija, así como tus padres contigo. 

     Para muchos, sobre todo madres, han estado tan ocupadas con los hijos que el síndrome del nido vacío aparece en cuanto se independizan, y tienen sentimientos encontrados: por un lado, se alegran de que sus hijos vuelen y formen su propia familia y se sienten muy orgullosos de ellos; pero por otro lado, acecha la soledad en una edad que les hace sentirse más vulnerables.  

     El tiempo libre puede ser una loza si no se gestiona adecuadamente esta etapa de la vida: la independencia de los hijos reduce la carga de responsabilidad que tienen los padres, y es una oportunidad que estos tienen para retomar y descubrir aficiones. 

    Resumiendo. La pareja ha formado su propia familia (con hijos o sin hijos) y necesita de su independencia para desarrollarse y establecer sus propias normas, y fortalecerse la unión. Vuestras normas, no las de unos padres y otros, aunque algunas sean comunes. 

     El día tiene las horas que tiene, no más, y gestionándolo bien puede dar para mantener el contacto (sin acosar) con los familiares, marcando los ritmos y vuestra identidad como nueva familia.


©Adela Casado Cano, psicóloga y psicoterapeuta online. Imágenes de www.pixabay.es

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