11 Ideas Irracionales y limitantes

Las creencias irracionales y el malestar emocional



      Desde la psicología cognitiva, uno de sus fundadores, Albert Ellis, nos hablaba de las ideas irracionales que generan gran malestar, afectando no solo a nuestras emociones, sino a nuestro equilibrio. Junto a Aaron Beck, defendía que una emoción no es una reacción a un acontecimiento, sino la interpretación que hacemos acerca del mismo. 
     Luego, si queremos cambiar nuestras emociones tendremos que hacerlo a partir de los pensamientos que las generan.

Las creencias son aquellas ideas en las que creemos. 

     Dependiendo de su ajuste a la realidad y al razonamiento, distinguimos las racionales y las irracionales. Brevemente sería:
  • Las creencias racionales: aquellas que son lógicas, razonables y más adaptadas a la realidad. Los deseos y expectativas no se confunden con las necesidades.
  • Las creencias irracionales: las adquirimos y/o aprendemos sin cuestionarlas,  son dogmáticas, rígidas y se viven como necesidades, en forma de obligaciones y demandas. Muchas las tenemos desde la infancia y no han vuelto a ser analizadas ni confrontadas con la realidad. Generan malestar en la persona y en sus relaciones interpersonales.
      Ellis estipuló en su Terapia Conductual Racional Emotiva que hay 11 creencias que se repiten en muchos estados de malestar y que socialmente están muy extendidas. Las denominó irracionales porque son automáticas y suponen un sesgo en nuestra interpretación de la realidad, resultando limitantes.
    Son ideas aprendidas y reforzadas por el ambiente. No suelen ser cuestionadas y al ser pensadas  frecuentemente, están a niveles menos conscientes.

     Te sonarán muchas de ellas e incluso es probable que no te hayas parado anteriormente a cuestionar alguna. Es así, decimos muchas veces. ¿Y si no fuera así? Vamos a analizarlas

Creencias Irracionales:


1. "Para ser feliz es necesario que casi todo el mundo me aprecie, me apruebe y me trate con simpatía". 

     Aquí se encuadraría la "necesidad" de ser amado para ser feliz. 
    Las únicas necesidades que son reales se refieren a alimento, vestido, aire, cobijo, sueño y poco más. Las necesidades imperiosas se convierten en tiranos de nuestra conducta, imponiéndonos un sistema de filtros mentales que nos impiden percibir cualquier aspecto agradable de nuestro entorno y sumiéndonos en la desesperación, la inmovilidad y el abatimiento cuando no vemos cumplidas nuestras exigencias. 
     Estar pendiente de la aprobación y aceptación de los demás genera un alto grado de ansiedad. Además tener a todo el mundo contento y caerle bien son dos ideales que mantenemos sin darnos cuenta de que son dos utopías (inalcanzables por ilógicas y poco realistas) y se convierte en una idea frustrante el que uno se empeñe en combinar necesidades inventadas con demandas exageradas.  
    Se abandonan muchas de las propias necesidades y demandas exageradas, se abandonan muchas de las propias necesidades y preferencias cayendo en el servilismo y la adulación, y conduciéndonos de forma tan insegura y molesta para los otros que a menudo terminará perdiendo su aprobación y respeto.
Caer bien a todo el mundo es una quimera

     Lo razonable, lógico y realista es considerar que es deseable, agradable y hasta útil, pero no en modo alguno "necesario", tener la aprobación y simpatía de la gente.
     Es normal encontrarse con personas que no estarán de acuerdo con nosotros en muchas cosas, pero ello no es motivo para tomarlo como un ataque personal hacia nosotros, sino más bien como una manifestación del derecho de todo el mundo a mantener y expresar sus propias opiniones, de definir sus propios valores y preferencias, sus puntos de vista y sus creencias. 
     La verdadera autoestima y consideración de uno mismo no vienen de lo que los demás piensen de nosotros, de su aprobación o aceptación, sino del cariño y respeto a uno mismo.

2. "Tenemos que demostrar que entendemos de todo y que somos competentes en todo para considerarnos valiosos".

     Solemos definirnos a nosotros mismos en función de lo que realmente somos, otorgándonos "valor" cuando actuamos sin fallos, perfectamente. La gente que se exige a si misma (o que demandan utópicamente de los demás) una perfección a ultranza está perdiendo de vista la realidad de que todos somos, por el hecho de ser humanos, falibles, imperfectos: es decir, que nos equivocamos con mucha frecuencia. 
     Aunque el tener éxito de forma razonable tiene ventajas (sobre todo en la sociedad actual), la energía necesaria para conseguirlo normalmente genera tensión excesiva e hipertensión, y fuerza al organismo a ir más allá. La exigencia de que se debe tener éxito nos hace víctimas de la ansiedad, de las somatizaciones y de sentimientos de inutilidad personal y... ¡miedos (a probar suerte, a cometer errores, a fracasar, entorpeciéndonos en nuestro trabajo. 
      El compararse con los demás no tiene sentido pues no podemos controlar sus comportamientos, solo los nuestros (y con dificultad a veces). El concentrarse en la creencia de que se debe tener éxito y ser competente aparta al individuo de un objetivo importante: vivir feliz.


    Lo realista, lógico y razonable es aceptarnos como seres humanos que somos, con nuestras limitaciones, errores y fallos y ser indulgentes con nosotros mismos, comprendiendo que es inevitable tener algún traspié, ya que así es la condición humana, y sacar consecuencias pertinentes de nuestros fallos para evitar caer de nuevo en la misma trampa en el futuro. Intentar disfrutar no sólo con el resultado sino con el proceso. Hacerlo por propia satisfacción, más que por agradar o ser el mejor.

3. "Algunas personas son "malas" y merecen un escarmiento (a menudo nos incluimos). Deben ser culpabilizados y castigados".

     Con esta idea, se trata no sólo de conseguir el aprecio y afecto de los demás, sino de alcanzarlo hasta un grado tal que también los otros aborrezcan a aquellas personas que nos han causado algún perjuicio, daño, se oponen a nosotros o, simplemente, nos caen mal. Que los demás vean su “mala” idea, o mala fe.
    Conviene acostumbrarnos a separar a la persona de sus acciones y asumamos firmemente el derecho que todos tenemos a cometer errores. Incluso dentro de la "maldad" difícilmente alcanzará esta un grado absoluto, sino que será más bien fruto de su ignorancia, inmadurez o perturbación mental. Una "mala" acción no hace una "mala" persona. 
     La penalización severa y culpabilizadora lo que hace es impedir el proceso humano o bien favorecerle efectos tan perjudiciales (en especial síntomas neuróticos) para el que aprende, que el hecho de culpabilizar carece de valor. La culpabilidad, la hostilidad y la cólera son las causas más importantes y serias de la mayoría de las perturbaciones humanas. 
     Si los niños no fueran educados en la filosofía de la culpabilidad propia y ajena, por errores actuales y/o posibles, es difícil que llegaran a sentirse ansiosos, culpables o deprimidos (sentimientos que resultan de la auto culpabilidad), u hostiles, intolerantes y ostentosos (resultado de culpar a los demás).
     Lo más racional, realista y lógico es aceptar los errores propios y ajenos como consecuencias inevitables de la propia naturaleza humana, evitar todo tipo de juicio moral. De este modo, estaremos separando el hecho objetivo de la responsabilidad por las acciones del concepto de "culpabilidad maliciosa". 
     De nuestros actos debemos responsabilizarnos totalmente; no tiene objeto condenar a los otros o a uno mismo como "malvados" por los diferentes errores que se puedan cometer a lo largo de la vida.

4. "Es terrible, tremendo o catastrófico que las cosas no salgan como a uno le gustaría".

      El que determinada situación, acontecimiento o persona no nos guste es comprensible y normal. Lo que ya no parece tan aceptable es que uno llegue a sentirse completamente desbordado porque sus circunstancias no son como él quisiera. 
     Estar frecuentemente abatidos por una serie de circunstancias dadas, no nos ayudará a mejorarlas, nos sentiremos abatidos, y más desorganizados e ineficaces serán nuestros esfuerzos encaminados a mejorar nuestra existencia. 
    Una actitud arbitraria, subjetiva y moralista hacia la frustración es la que provoca hostilidad y agresión.
       ¿Te imaginas que un futbolista no soportara perder un partido? Es más, ¿existiría el futbol u otro deporte si cada equipo y jugador no se permitiera perder? Reflexiona sobre tantas situaciones en las que unas veces se gana y otros no, como en cualquier juego. Incluso esa incertidumbre sobre quién ganará es el propio aliciente del juego. 

    Lo razonable, lógico y realista es esforzarse por cambiar las circunstancias desagradables, no resignarse pasivamente; y si no es posible, lo sensato es aceptarla filosóficamente, tratar de disfrutar de aquello que sea posible y procurar aminorar el dolor o malestar que se derive de nuestro entorno. 
    Siempre nos queda a nosotros la posibilidad de traducirlos como "horrorosos", considerándonos inermes frente a ellos (control externo) o como simplemente "frustrantes", otorgándonos la capacidad de luchar por cambiarlos dentro de nuestras posibilidades. 
     Cuestionar y desafiar la tendencia  sentir las inevitables situaciones desafortunadas como catastróficas, intentar sacar el máximo provecho de las mismas, aprender de ellas, aceptarlas como un desafío o integrarlas de forma útil en su vida.

5. "Muchas desgracias se originan porque así está escrito y nosotros tenemos poca capacidad para controlar los acontecimientos".

     Típico pensamiento de las personas incluidas en la categoría de control externo que se consideran juguetes del destino, sin apenas capacidad de control de sus vidas y, por lo tanto, propensas a los sentimientos de indefensión, tendencias depresivas y fácil desesperación. 
      Creen que lo que les hace desgraciados es el resto de la gente y los acontecimientos. 
     Se trata de la manifestación de la natural tendencia del hombre a activar su estilo de pensamiento más irracional, a ceder a la comodidad de la fácil explicación fantástica, evitándose el desafío de cuestionar la objetiva adecuación a la realidad de las interpretaciones personales y de asumir la responsabilidad en la dirección de la propia conducta. 
     La infelicidad en gran parte (aunque no completamente) viene de dentro y su origen es esa misma persona infeliz. 
     Nosotros controlamos en buena medida nuestro acontecer vital: desde la propia configuración corporal, en función del estilo de alimentación y ejercicio que decidimos como más adecuado para nosotros, hasta el tipo de trabajo que decidimos como más adecuado para nosotros, hasta el tipo de trabajo que desarrollamos, la clase de gente con la que nos relacionamos, las metas a corto, medio y largo plazo que nos fijamos... o incluso el descontrol en el que decidimos dejar hundirse nuestra vida.


     Lo razonable, realista y razonable es considerar que, si bien nunca tendremos un dominio al cien por cien de nuestros acontecimientos vitales, e incluso de algunos no tendremos control absoluto, siempre nos quedará un amplio margen de maniobra para disponerlos sucesos de tal manera que el cálculo de probabilidades juegue a nuestro favor. 
     No dejarse engañar por el hecho de que sus ansiedades u hostilidades tienen un origen "natural" o constituyen su lote correspondiente como ser humano, o son creadas por condiciones externas; y reconocer que a menudo es uno mismo quien está creando una emoción negativa, por una reacción impensada ante una situación o persona.

6. "Si algo puede salir mal o resultar peligroso tenemos que estar siempre preocupados esperando lo peor".

     La actitud catastrófica es muy típica de ciertas personas que tienen una visión sesgada del mundo y de la vida, que jamás esperan nada bueno, que sólo se fijan en los aspectos más negativos de sus biografías e imaginan que jamás les ha ocurrido ni les ocurrirá nada positivo. 
Sí, es lo que estás pensando, aquellos que dicen: más vale malo conocido que bueno por conocer. ¿O tú también lo dices? 
     La ansiedad intensa ante la posibilidad de que un peligro ocurra, con frecuencia impide afrontarlo con eficacia cuando realmente ocurre. Esta preocupación no evita que suceda, sino que a menudo contribuye a su aparición. Algunos hechos muy temidos, como una enfermedad seria y muerte, son inevitables y la preocupación excesiva no evitará que ocurra.
¿Piensa mal y acertarás? es otro dicho muy común y, obviamente hay una mayor probabilidad de que ocurra al propiciarlo muchas veces (no todos obviamente, como en el caso de un meteorito, aunque si no se estrella en la tierra a la persona catastrofista le da un síncope solo de pensarlo)


     Lo lógico, razonable y realista ante la posibilidad de un peligro o en una situación amenazadora, es tomar todas las precauciones posibles para afrontar dicho acontecimiento de la mejor manera posible. Lo normal será experimentar una preocupación razonable que nos ayude a tomar todas las medidas necesarias para hacer frente a lo que venga de la manera más adecuada posible. 
     Pero, si el sentimiento experimentado rebasa los límites de lo razonable y se convierte en ansiedad excesiva o temor intenso, entonces, en lugar de ayudarnos a disponer lo necesario para hacer frente a lo que se nos viene encima, tendrá un efecto paralizante y, por lo tanto, contraproducente sobre nuestra conducta.

7. "Es mejor y más fácil evitar las responsabilidades y las dificultades en la vida que enfrentarse a ellas".

     Solemos evitar responsabilidades por temor a hacerlo mal, a no dar la talla, a quedar en ridículo. Pero tan pronto como pase el momento de alivio, la sensación será desagradable. Aunque el esfuerzo que se necesita para evitar una decisión o una dificultad con frecuencia parece que es fácil de llevarlo a cabo y que no tiene consecuencias, en realidad es arduo y largo, pues se pasan literalmente muchas horas de tortura y debate con uno mismo, de ingeniosas argumentaciones e intrigas antes de decidir que uno no se va a comprometer en una tarea difícil pero en potencia provechosa. La confianza en uno mismo surge sólo de hacer algo, nunca de evitarlo.
     Lo lógico, realista y razonable es considerar que el hecho de fracasar de vez en cuando no es sino una consecuencia natural de intentar nuevas cosas; un niño no aprende a caminar permaneciendo inmóvil, sino a base de culadas". El fracaso es el precio inevitable que hay que pagar por el éxito. 
Miedo a la responsabilidad y a la vida

     La confianza en uno mismo no surge del hecho de evitar retos, sino de enfrentarse a nuevos desafíos. Y el hecho de fracasar de vez en cuando solo demuestra que somos unos "imperfectos seres humanos", limitados y falibles, pero en modo alguno "malos" o despreciables. Además, la aceptación de los propios fracasos, más que la contabilidad de nuestros éxitos, y los repetidos intentos de remontarlos y superarlos no nos convertirán a nuestros propios ojos en personas más valerosas, íntegras y fiables.

8. "Necesitamos apoyarnos en alguien más fuerte en quien confiar".

     Una de las primeras constataciones traumáticas de la infancia  es la sensación de pequeñez, impotencia e indefensión que el niño experimenta frente a los gigantes adultos. La necesidad de apoyarse continuamente en quienes saben más, son más fuertes o tienen respuestas para todo, se inculca a los niños desde su más tierna infancia. 
     Con la mejor voluntad, para evitar fatigas a nuestros hijos e impedir que se hagan daño, interferimos continuamente en su proceso natural de aprendizaje. Parece que todo el mundo está empeñado en demostrarnos lo torpes que somos, lo poco que sabemos  de ciertos temas y lo incompetentes que somos en casi todas las materias. Por eso mucha gente desarrolla una dependencia más o menos neurótica de los demás.


     ¿Qué es lo razonable, lógico y racional? A veces, nos será conveniente recabar la opinión de técnicos cualificados o la de aquellos a quienes consideramos más enterados que nosotros en algún tema determinado (dado que no somos expertos en todo) pero la decisión final es siempre nuestra. Cuantas más decisiones y asuntos se dejen en manos de los otros, mayor será nuestra dependencia. Ellos también son seres humanos, tan falibles como nosotros mismos y con idéntico derecho a equivocarse.

9. "Lo ocurrido en el pasado nos ha "marcado" indeleblemente y es un determinante decisivo de nuestra conducta presente y futura".

     La fuerza de las experiencias del pasado radica en que constantemente las actualizamos, sintiendo todo el peso de su fuerza negativa en el momento actual; por lo que, más que al pasado, tenemos que atender a lo que aquí y ahora está pasando por nuestras mentes en forma de catastrofismos, exageraciones y de todo tipo de distorsiones de la realidad. 
     El pasado no es una cadena ni una prisión. Podemos retomarlo para reflexionar por qué hemos llegado a aquí y así poder cambiar y mejorar el presente, sin abusar, pues el porqué siempre nos sitúa en el pasado. Además, fiarnos de nuestra memoria no es muy recomendable porque siempre tiene importantes sesgos de interpretación de los acontecimientos, lagunas. Cambiar el porqué por el para qué. ¿Para qué quiero recordar esto, por ejemplo? el para qué nos sitúa en un presente enfocando al futuro.


     Para liberarnos de esa influencia negativa lo razonable, realista y lógico es considerar que el pasado ya no existe; el presente es el pasado del mañana y en cualquier momento podemos comenzar una nueva historia si nos lo proponemos.

10. "Debemos sentirnos muy preocupados por los problemas y perturbaciones de los demás"

      La solidaridad nos hace más humanos, pero obsesionarnos por los problemas y estados de los demás no tiene nada que ver con la misma. 
  Las preocupaciones generan estrés, un estado de alerta para encontrar soluciones a esas preocupaciones; y poco vamos a ayudar si estamos estresados (más sobre el estrés). Si queremos ser útiles a los demás tendremos que alejar la ansiedad y el estrés para poder ser más eficaces.
     No se trata de desentendernos de los problemas de quienes nos rodean, pero debemos tener muy claro a quien corresponde el problema y considerar que la solución compete exclusivamente al interesado, quien tiene, por otra parte, perfecto derecho a pedir ayuda, pero en modo alguno puede renunciar a su propia responsabilidades. 
      Además, el respeto hacia los demás implica no inmiscuirnos en sus decisiones, estilos de vida, son adultos y ya nos pedirán opinión o ayuda cuando lo estimen; sin que esto implique que ya es asunto nuestro o que tenemos que convencerlos de que llevamos razón. 
    La única responsabilidad directa que los demás pueden tener sobre nuestro dolor personal, o nosotros sobre el suyo, es cuando éste se refiere a un daño físico real. Todos los restantes dolores anímicos son, en su mayor parte, fruto personal de quien los experimenta.

    Lo lógico, razonable y realista es, o bien brindarles consuelo o ayudarles objetivamente a encontrar soluciones adecuadas... siempre y cuando sean los demás los que nos pidan ayuda y  estén dispuestos a dejarse ayudar, ya que es bastante frecuente encontrarse con personas que se resisten a abandonar su personal situación dolorosa debido a las ganancias secundarias que obtienen de la misma, en forma de atención que los demás le prestan, simpatías, etc. 
     No se trata, por tanto, de caer en el egoísmo renunciando a ocuparnos de los demás, sino de poner las cosas en su justa medida, mediante el ofrecimiento de nuestro apoyo a quien lo necesite, si podemos y el otro nos lo demanda.

11. "Invariablemente existe una solución precisa, perfecta, y correcta para cada situación y si esta solución no se encuentra, sobreviene la catástrofe".

     La certeza es una utopía: nada hay seguro en este mundo, porque es un mundo de probabilidades en el que, si yo actúo de una manera determinada, es posible que obtenga un determinado resultado, pero nunca puedo tener la certeza absoluta de que alcanzaré lo que me propongo con mi conducta. Igual de absurdo es intentar alcanzar la solución perfecta, la mejor.
     Si solo hubiera una única respuesta correcta a un estímulo ¿Cómo evolucionaríamos? La humanidad seguiría estancada. Es gracias a buscar otras opciones y soluciones a los problemas y situaciones como maduramos y evolucionamos.
     Las personas no somos clones ni robots para saber cómo van a actuar o responder a una situación (bueno la IA, Inteligencia Artificial, también valora opciones, ya no es de respuesta única)

Salvo que tengas dotes adivinatorias mejor aléjate del pensamiento mágico.
 
     Lo razonable, lógico y realista es asumir que tal solución no existe y que demandarnos tal utopía  solo nos conducirá  a una ansiedad exacerbada y al neuroticismo. 
    Se trata de enfrentarnos a las demandas de la vida ensayando diversas alternativas posibles, valorando las consecuencias de cada una, calculando los costes y ganancias, y ensayando nuevas vías cuando la elegida demuestra ser ineficaz, considerando siempre un margen de incertidumbre.


© Adela Casado Cano, psicóloga y psicoterapeuta online. Fotografía: www.pixabay.com



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